jueves, 3 de febrero de 2011

Mymy, Rita y Zolo

Dilucidar en que momento la arena dejo de bajar por ese reloj no es algo que quite el sueño a Zolo. Ahora no puede. Esta ocupado en su rutina de subir y bajar.
Mejor es dejar esa linea de tiempo - impaciente, inquieta - acompañada de contenidos pintados de verde como lo mas familiar.
Amante de dos mujeres, separadas por ingenuas escaleras. Así lo elige Zolo y mantiene la dulzura de una conquista, cibernetica, fuera de un tic tac mudo.
Leves sospechas hay por un perfume, enrarecido y casi contaminado por marcas, desconocido en las manos de ese hombre, Zolo, cuando las toca. Y la arena sigue inmóvil con la ansiedad transpirada por terminar la agotadora rutina diaria.
Tropiezos, seguro los hay, para llegar a Mymy. Bajadas apresuradas para abrazar a Rita - tropiezos y bajadas, tal vez puestos en desorden, por no saber si Mymy esta arriba o Rita abajo -
Cuanto amor por ellas y es el mayor freno que no anima a Zolo ni siquiera cruzar la idea de que haya una sola, única.
Llegara el día, en que sus mujeres ciberneticas, crucen esa linea - impaciente, inquieta - para ser tiempo pasado pero sin antes regalarle a Zolo un día sin subir y bajar.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Erase un paseo

Era un domingo de verano furioso en la ciudad de La Plata. Objetivamente bella. Subjetivamente con poco sentido de orientación por caprichosas diagonales.
Diagonales, que en estas épocas, pasean a sus propios residentes o rezagados de sus ciudades y el día en noticias anunciando que había récord de inscriptos para seguir creyendo en las oportunidades del saber.
Imponente su altura para llegar a Dios se encuentra ella frente a una plaza, pero la imaginación bastardeada de la niñez la compara con el castillo de un mago ganador de estatuillas.
Noche fresca que invitaba al paladar a probar algo nuevo. Nuevamente la imaginación de infancia compara su plato de colores en comida hecha por un ratón francés. De fondo Bob Marley, en casi sombras rojas, meneaba sus rastas y el Sr. Desaparecido en democracia todavía no era la noticia de la semana, solo su gorra inmaculada retratada en blanco y negro.
Un copetin de ida y vuelta repleto, pero un helado era mucho mejor.
Erase un paseo de pocos kilómetros de distancia y el este nos invitaba, con un 273 de carruaje, a mirar de izquierda a derecha como turistas ilusionados. Nuestro guía señalaba su vida en cada metro que se avanzaba y hasta un galpón olvidado se llevo miradas de cortesía.
La menudez de las figuras, dos femeninas y dos masculinas, engrandecidas por sus propias sombras, caminaban hacia la pequeñez interna plasmada en edificios pintorescos.
Llegamos a la tierra inmortalizada por la mujer de un descamisado y regalo que aun esta intacto. Esa república que alguna vez debe haber soñado y que la ficción de todo lo pequeño, que no pierde inocencia, se rompa para ser realidad.
Nuestro propio vídeo se empezaba a filmar y el sol era la cámara que nos plasmaba la piel en cada paso. Pero un tercer ojo le hacia sombra a Ra y se robaba cada imagen que un cartel declaraba como prohibido. Tal vez deba entender, ese cartel también verbalizado, que en la niñez nada es prohibido y romper el mandato es mejor que jugar al ladrón-policía.
Toda la miniatura de sillas, cámaras de diputados ajustadas, cárceles muy limpias, rezar pero sin acceder a un altar también prohibido y las colectividades representadas en barbies del tercer mundo en donaciones de doble apellido fue retratado para el recuerdo. Todo sé ajustaba a nuestros cuerpos de malabaristas para poder encajar nuevamente en la niñez, aunque la altura se vio golpeada solo una vez.
La madera de un tren apretado, con sus vías también oxidadas, recorría estaciones cerradas y la similitud de lo real impactaba por primera vez. Fascinante, para esa mujer de un descamisado, el paralelismo con las ciudades recorridas por ella en tren y esas estaciones también hoy cerradas.
Diversiones en un parque oxidado pero el volar nos hacia pisar la tierra como el lugar mas seguro, para seguir jugando a la competencia entre un tercer ojo y Ra que captaban risas del aire.
Un regreso mimado, por un paseo, en la república del alma de cada niño.

A Lucia, Luis y Javier.