sábado, 14 de mayo de 2011

Trascendencia

Relatar sentimientos y sentidos sin la subjetividad de lo soñado, es saber que se esta escribiendo una real despedida.
Preguntas calladas en tus labios morderás y evitaras al cielorraso que las responda. Esa mano que te tomo por primera vez, sigue firme sobre tu cara mojada por la lluvia sepulcral.
Esperare que la carta escrita de forma desprolija y arrebatada llegue a mis manos y saber del amor guardado por miedo.
Por instantes sientes como mi mirada esta pegada sobre el papel en blanco y el libro que reposa sobre mi pecho tiene el regalo de cada latido de mi corazón. Latidos que extrañaras al querer sentir tranquilidad.
¿Estas almas de donde se reconocen como inseparables? Hoy tengo mi alma en silencio. Hoy estarás en silencio.
Cada elección en mi sangre corriendo y lo que hierve internamente son cada una de mis llamadas silenciosas. Si tomara estas hojas - si lo hubiese hecho - con sus manos amorosas, Mauro, hubiese leído por segunda vez a la incondicionalidad del tiempo.
Un rictus semejante a una sonrisa, se marca en sus labios amados y reconoce ese primer beso entre los tantos que ha regalado.
Reconocería en esa letra que no se dirigen a él - consciente - sino a su alma y cree esposada. Solo estaba acoplada a otra.
La que le relataría una historia sobre un hombre y una mujer, decretada desde tiempo atras. Una historia que trasciende a él y ella.
El nombre de esa mujer, protagonista, simple - mero detalle personal -
Si ella hubiese tenido que escribir un cuento, no lo haría. Hubiera sido como espiar a dos amantes unidos en una sola figura.
Lo imposible de describir es nunca haber podido surcar su corazón, pero ya estaba instalada.
Inquietantes sus ojos por avanzar, con la ansiedad anudada en el estomago, hacia el secreto a develar. Solo debería haberse preguntado si lo hay y dejar de buscar.
Esa mano, protagonista, solo le adelantaría que su mayor miedo había desaparecido y era saber que tuvo la posibilidad remota de conocerlo, aceptándolo tal cual es.
¿Hay almas gemelas?
Era un si, cuando le escribía a ella. Me estoy relatando.
En una pausa, ella, sabe que él mira un cielorraso - ¿Una foto quizás? - para encontrar respuestas al porque continuaba su perfume en el aire. Ese mismo perfume que impregno su cuerpo la primer noche, la infinitud de noches, que se amino a soñar con ella.
Pero todavía ese cielorraso no le sabría responder donde la vio por primera vez.
Ella pudo ver a Mauro, sepulcralmente, una tarde nublada y no lloraba el cielo.
Un color opaco fotografiaba ese hombre parado en un precipicio tapado por la tierra firme.
Mordiendo lagrimas, Mauro, esperaba el rescate. Un acople decretado desde tiempo atrás.
Sin reconocer esa sensación de muerte, presionaba sus pies para al menos sentir que podía enterrarse también. Ella no lo dejaría - ¿O si? -
Mauro sentiría, bajo esa penumbra, que había perdido vida.
Ella sabría que su corazón no había muerto con esa perdida, enterrada bajos los pies de él. El amor estaría parado a su lado, envolviéndolo, pero a una distancia de milímetros los separaba y de forma graciosa.
Manos. Se encontrarían. Dejarían de esperarse, de vagar.
El sentiría que esa mano pequeña lo sacaría de ese dolor en otra vida pasada. En su presente la razón primaba por sobre lo que sentía.
Dibujarían en papel, en el aire. Ambos dibujarían. Crearían palacios solitarios en su interior, aguardando la luz que alimentaria la calidez añorada.
Lo regañaría en meditaciones. Todas las palabras serian condicionantes al final de la lectura.
Ella hubiese prometido un cuento, pero no lo haría.
Las manos pequeñas soltarían - soltaran - el sueño de otro.
Esas manos trascenderían en otras manos, dejando en esa tarde de sepulcro la imagen de un hombre de una vida pasada, pero no presente.
La trascendencia es ella misma.

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